miércoles, 2 de julio de 2014

La afrenta de convertir el pañuelo blanco en Símbolo Nacional

Cuando parecía que ya no quedaba nada más por ver o esperar de los esperpentos que gobiernan la Nación y sus lacayos distribuidos en las provincias, ya en la recta de salida de un periodo de gobierno donde la corrupción se izó más alto -mucho más alto- que la propia Bandera Nacional, ahora argumentaron incorporar con categoría de símbolo nacional al pañuelo blanco que distingue a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. 


Nadie en su sano juicio podrá jamás negar el acto de valor que representó que un grupo de mujeres, sin más armas que el dolor y la esperanza se propusieran desafiar a las Juntas Militares girando en sus propias narices cada jueves en la Plaza de Mayo. Aquella lucha debe quedar en los anales de la resistencia de los pueblos a la opresión de las dictaduras. 


Incluso más, tal vez, por la envergadura de su lucha y el aporte que hicieron a la recuperación de la verdad en los casos que realmente correspondió, podría ser que esa divisa fuera reivindicada por su significado. 

Pero la verdad es que las mujeres que dirigen esas instituciones han vendido la lucha de miles de madres y abuelas en beneficio político y económico propio. 

Es una afrenta a la dignidad argentina que el pañuelo que identifica a estas organizaciones que se han plegado abiertamente a defender una política que ha sumido en la decadencia más infame a la Nación, de la cual costará décadas recuperarse, que está sospechada de haber desfalcado fondos públicos y cuya dirigente insignia, Hebe de Bonafini, ha utilizado las tribunas públicas para incitar a la rebelión, al linchamiento y a la toma de edificios públicos, se proponga ahora como "Símbolo nacional".


Por definición, un símbolo nacional, representa a un Estado, a una Nación, resumiendo sus valores más caros, las glorias de su historia, las gestas de sus próceres; incluyen en su simbolismo categorías humanas superiores, como el patriotismo, la humildad, la honradez, el sacrificio de un Belgrano, de un San Martín, de un Güemes, único General de la Independencia muerto en acción. De allí que los colores de la Bandera, el Escudo y el Himno Nacional sean en el caso argentino, los Símbolos Nacionales por excelencia.


Un símbolo nacional representa valores inmaculados, que no resisten la más mínima sospecha; valores universales, es decir, queridos y valorados por todo el conjunto de la sociedad. 



Esta imposición caprichosa, soberbia y política, destituye el valor de lo que significa un símbolo nacional y demuestra una vez más que quienes gobiernan no tienen ninguna preocupación por la salud de la Patria argentina ni tampoco el más mínimo respeto por sus habitantes. 

Ernesto Bisceglia