Cuenta la historia que el filósofo Sócrates fue condenado a
morir bebiendo cicuta (evitando detenernos en los porqué de tal sentencia), y
momentos antes de que el veneno hiciera su efecto, Sócrates, dirigiéndose a su
discípulo Critón, le dijo: “Le debemos un gallo a Esculapio, no olvides pagarlo”.
Ironía o mensaje de Sócrates quien según la creencia de los
griegos de aquel entonces no debían pasar al más allá con deuda alguna. O bien,
fino humorismo para burlarse de la Ciudad que había violado su valor más
importante: la Justicia.
Sin ingresar en la disquisición erudita sobre formulaciones
propias de una filosofía del Derecho, digamos que la Justicia para los griegos
representaba la Virtud, que se identificaba con la Ciudad –la Dyké-, a la cual
se oponía “Hybris”, que representaba el orgullo, la soberbia, el ultraje, la violencia
y una serie de adjetivos más. En las tragedias se menciona que “sólo los
malhechores pueden afirmarse en ella” (Hybris); es decir en una acción
contraria al derecho, a “Diké”, que es el cumplimiento de la Justicia.
El crimen de las turistas francesas abarcó mucho más allá
del hecho en sí mismo, significó una
lesión en el tejido social de Salta el cual se suturó mal y de forma
inexplicable. El juicio llevó a un culpable a la cárcel que asumió una parte
del delito pero negó el homicidio, aunque fue condenado por esto también.
No se trata de justipreciar la conducta de los magistrados
intervinientes, tampoco del proceso, sino de meditar en que “algo” pareciera no haber quedado debidamente cerrado.
Algún elemento no encajó plenamente como para
dejar en la conciencia de toda la ciudadanía la sensación (por lo menos eso) de
que la Justicia -“Diké”- se cumplió plenamente, sino que pareciera que su
adversaria –“Hybris”- podría haber obrado en el asunto.
Como Sócrates, el ciudadano debe aceptar los fallos de la
Justicia aunque estos quizás fueren injustos, de lo contrario el sistema entrará en tela
de juicio y el resultado final será el descreimiento en la Justicia, que es lo
peor que le puede ocurrir a una sociedad.
Sin embargo, queda la sensación de que esta vez a Esculapio
no le van a pagar el gallo.-
Ernesto Bisceglia
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