lunes, 2 de junio de 2014

El General Manuel Belgrano en el Día del Inmigrante Italiano. Una coincidencia histórica y humana

El día 3 de Junio de 1770 nació en Buenos Aires Manuel Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano, hijo de Domingo Belgrano y Peri, un comerciante oriundo de Oneglia, en la Región de la Liguria, en Italia y María Josefa González Casero. Quien sería luego uno de los Padres de la Patria, representó la síntesis fenotípica del criollo americano, mixtura de sangre nativa con la europea.

Por esa razón, mediante la Ley Nacional Nº 24561, se determinó que el día 3 de Junio se conmemore el “Día del Inmigrante Italiano en Argentina”.

Sea bienvenida esta iniciativa toda vez que la moderna República Argentina se formó  sobre la base del aporte de los inmigrantes, mayoritariamente italianos.

La italianidad ha marcado profundamente el ser argentino. Sus tradiciones y su cultura mezcladas dieron como resultado la progresista clase media argentina que puso a la Argentina del Centenario entre los primeros países del Orbe. Los italianos crearon la Bolsa de Comercio y el primer banco, el Banco de Italia y Río de la Plata que desde 1872 sobrevivió el siglo.

Con ellos la Argentina conoció las industrias y apellidos como Canale, Terrabusi, Piazza, Grimoldi y tantos formaron las primeras empresas nacionales. Los arquitectos italianos modificaron los frentes de las casas y le dieron al país esa nueva cara, con fachadas cargadas de inspiración renacentista y también masónica, porqué no.

Llegaron y se confundieron con el suelo que los recibió hasta dejar sus huesos aquí y sentir esta tierra argentina como una primera Patria en algunos casos; sin dejar de sentir aquella otra que evocaban con lágrimas cada vez que los sones del “Inno de Mammeli” recordaba, por ejemplo, como ayer 2 de Junio, la “Festa della Repubblica”.

Ese amor a la Patria Argentina lo dejaron escrito en las letras y sones de la mayoría de las marchas militares argentinas y en aquellas que homenajean a la Bandera, legado de ese hijo de italianos, Manuel Belgrano.

Como Belgrano, los italianos también sembraron a su paso civilización y cultura. Como el Prócer, ellos también protagonizaron una gesta donde la decisión y la esperanza debían superar al temor y a la falta de recursos. Belgrano y esos miles de hombres y mujeres compartieron un destino común, el de afrontar las vicisitudes con innegable valor y coraje.

En un día de homenaje, nada más gráfico que ese párrafo de un magnífico libro que cuenta en primera persona la aventura de emigrar, un relato dulcemente trágico que Edmundo De Amicis trazó en su obra “Sull’oceano”, donde cuenta su viaje en la nave Galileo desde Génova, la tierra de origen de Manuel Belgrano, hacia Montevideo, y que dice:

“Cuando pisé tierra, me di vuelta a mirar una vez más al Galileo, y el corazón se aceleró al decirle adiós, como si fuese un rincón flotante de mi país que me había llevado hasta allá. Ya no era más que un trazo negro en el horizonte del río desmesurado…pero se veía todavía la bandera, que flameaba bajo el primer rayo de sol americano, como un último saludo de Italia…que encomendaba a la nueva tierra, sus hijos errantes.”

Ernesto Bisceglia


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