viernes, 30 de mayo de 2014

De San Martín a Milani: la diferencia es la decencia

La historia del Ejército Argentino desde sus primeras horas, que son las mismas "horas inciertas de la Patria", como canta la Marcha "El Uno Grande", ha sido siempre la historia de hombres que dejaban todo por un ideal que era la Libertad de la tierra que pisaban. Los Ejércitos de las Provincias Unidas que libraron la Guerra de la Independencia fueron siempre pobres, más todavía, paupérrimos. 

La falta de recursos fue una constante que se suplía con imaginación; lo probaron entonces y recientemente en Malvinas -por ejemplo, cuando se adosó un misil Exocet a un avión Super Etendart y se hundió un navío ingles, algo impensado. Siempre la pobreza acompañó las campañas del Ejército, pero a cambio, el valor de sus hombres trazó páginas legendarias, inigualables en la Historia Argentina.

El General Manuel Belgrano, rico de nacimiento, describe su situación en una carta al Gobernador de Córdoba, Álvarez de Arenales, en abril de 1819, y dice: "“  mis hermanos de armas y aun yo mismo, estoy sin poder lavar mi ropa por falta de jabón...”. 

Antes, el 26 de mayo de 1818, en carta a Güemes le dice que "“ Espero que Ud. haya celebrado el día  grande de la nación a su gusto, aquí se ha hecho militarmente y con todo decoro correspondiente, frugalmente sí, conforme a nuestra pobreza...”. En Salta, se cuenta que un oficial debió cederle su chaqueta ya que a la suya no le cabían más remiendos. Por último, luego de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma pasó una semana sin comer por distribuir su ración entre los heridos. Murió en la extrema pobreza, con un reloj por todo bien terrenal, que doscientos años después ¡se robaron del Museo!

El General San Martín en 1816, un año antes de comenzar el Cruce de los Andes, le escribe a su amigo Godoy Cruz: "“ La voluntaria cesión de la mitad de mis sueldos me ha reducido a pasar una vida frugal y sin el menor ahorro para embolsar”. En plena campaña le escribe a O'Higgins: "“ Estoy viviendo de prestado”. Y en 1827, dice que está en una “ triste situación” y no le queda “ recurso alguno para subsistir”, por eso le ruega al General chileno que si puede remitirme algún socorro lo más pronto que sea posible”. 

El Teniente General César Milani, en el propio Acto del Día del Ejército invoca a estos dos Próceres cometiendo la primera indignidad de poner al Ejército como "parte activa de un proyecto nacional que nos trasciende ”, cuando la Fuerza no puede ni debe tener jamás tinte político alguno. Ése ha sido pues, el gran error de los militares del Proceso, convertirse en políticos, porque el fin del militar es la defensa de los intereses de la Nación. 

Ese objetivo es muchísimo más alto, claro y valioso que una causa política. El militar asume una deuda de honor con sus conciudadanos de exponer su vida para salvaguardar la integridad de la Patria, nunca para hacer política. 

La segunda indignidad de Milani es la de mencionar a San Martín y Belgrano como ejemplos, y mientras ellos vivieron en la austeridad más grande y murieron en la pobreza, él ostenta un nivel de vida que pareciera no cerrarle con los números, tanto que está sospechado de enriquecimiento ilícito por los medios de prensa nacionales. 

Agradece dos veces a la Presidente "por su apoyo decidido para recuperar capacidades", cuando es el Gobierno que él asiste quien dejó a la Nación Argentina en la mayor indefensión, con aviones que no vuelan (Ver nuestra nota "No voy en tren, ni voy en avión"), barcos que se hunden en sus radas y un Ejército sin capacidad operativa y con apenas dos horas de poder de fuego. 

La decencia aconseja por lo menos la discreción, cuando no el silencio de la vergüenza; pero cuando se carece de ambos valores se dicen libremente discursos que lejos de ser un elogio, terminan siendo un agravio a los Próceres a quienes se nombra.- 


Ernesto Bisceglia

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