El escritor Antonio Muñoz Molina dijo hace poco que “lo
gratuito se ha confundido con lo democrático”, sin detenerse a pensar los
gobernantes que en este mundo globalizado nada es gratis, absolutamente nada. De
hecho, esos mismos democráticos gobernantes no darían jamás nada que
perteneciera a su patrimonio personal en bien de algún sector de la comunidad. Es
elemental.
De allí que montar una política pública de dádivas no es
incluir sino maleducar al soberano que un día les reclamará y con razón hasta
aquello que no pueden dar. Existe un equívoco –por no llamarlo mala intención-
en la generosidad pública, simplemente porque no lo es, porque no existe. Cuando
un servicio público se hace gratuito para algún sector de la sociedad, un
momento de razón bastaría para pensar que alguien de algún modo lo pagará.
La paradoja de los gobiernos populistas que piensan en la
gratuidad de los bienes y servicios públicos reside en que los mismos
beneficiarios de esa liberalidad son los que más van a terminar pagando, porque
lo que hoy se regala, mañana por algún lado se paga.
Ni siquiera aquella Argentina del “Primer Mundo” a la que
Carlos Menen subió a todos por decreto pudo ser gratuita, mucho menos puede
serlo esta otra donde la inflación viene carcomiendo la economía aceleradamente
y donde parece que no se piensa que para que haya gratuidad de servicios en
alguna parte debe haber producción de bienes.
Un elemental principio enseña que lo gratuito no se valora,
por lo menos debe tener un precio simbólico, de otra manera lo que se da gratis
pierde el sentido de su mismo valor.
Si por caso se desea que casi media población de una Ciudad
como Salta Capital viaje gratis en colectivos, habría por lo menos que enseñar
que esas unidades no caen del cielo y que en su andar tienen un deterioro que
significa gastos de mantenimiento.
La gratuidad abre la puerta al abuso: “total es gratis”, y
ese abuso provoca desgaste. Si hoy que ese servicio es pagado por el universo
estudiantil y así y todo se ocupa de escribir los asientos, robarse los
martillos de emergencia, rayar los asientos, ensuciar cuanto pueden, qué se
podrá esperar cuando pierdan totalmente el sentido del pago y viajen gratis.
La inclusión no es gratuidad dadivosa; inclusión es abrir sí
gratuitamente las posibilidades de acceso a los bienes de cultura, el más
básico, la educación, porque mañana quien hoy regala desde el gobierno no
estará y cuando las políticas cambien y haya que pagar lo que se destruyó o
utilizó alegremente, ese mismo universo no estará preparado para asumir el
esfuerzo de pagar la fiesta.
Si ni siquiera Juan Domingo Perón, con una Argentina
enriquecida por la Segunda Guerra Mundial pudo sostener el sistema y lo que
siguió todavía lo están pagando las generaciones de argentinos, qué podrá
esperarse para mañana.-
Ernesto Bisceglia
Asi es estimado.. se crea una cadena que afecta al mismo pueblo, y en donde el político hace y dispone como quiera los recursos del estado todo para su beneficio personal.
ResponderBorrarAhora un trabajador pagara un viaje en colectivo $5 pero a su vez tendrá uno o mas hijos con el boleto gratuito estudiantil