viernes, 9 de mayo de 2014

El precio de la Libertad

¿Qué habría sucedido si Eva no hubiese cedido a la tentación de la Serpiente? O, si Adán, en su caso no hubiese cedido a la insinuación de Eva. Hoy, tal vez, la humanidad sería un conjunto de semidioses, o acaso el Creador mismo no dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gén. 1, 26).

Sin embargo, el hombre -y la mujer- desobedecieron a Dios y "comieron del fruto del árbol prohibido", metáfora que ha servido para ilustrar manzanas, pecados como la soberbia y la lujuria, ambición de poder, en fin.

Más allá de lo que fuera en realidad la dichosa manzana, el hecho es que la desobediencia a la divinidad fue el primer acto de libertad de aquellos seres y eso los convirtió en humanos. Casi nada.

Al fin de cuentas y por mucho que los ortodoxos se rasguen las vestiduras, Adán y Eva no hicieron más que hacer caso del mismo mandato divino: "Apropiaos de todo", palabras más, palabras menos. Pero evidentemente en el "ir por todo" había altos costos que sufragar. Nada menos que la pérdida del Paraíso.

De esta pequeña elucubración, el primer saldo es que el ejercicio de la libertad es el acto que humaniza al hombre; nunca un individuo es más humano que cuando ejerce su libertad en cualquiera de los campos que fuere: libertad de hacer, libertad de decir, pero antes y sobre todo, libertad de pensar.

La segunda consecuencia de ejercitar la libertad es el costo que ésta tiene. Para ser libre hay que estar preparado a pagar altos precios. Adán y Eva pagaron con la expulsión del Edén, hoy, ejercer la libertad puede significar la pérdida de un empleo -más si es de algún gobierno-, la cárcel en los regímenes totalitarios, la consideración pública cuando se dice lo que se piensa, y así una extensa lista de bienes, posiciones y consideraciones que el hombre pierde cuando ejercita su libertad.

Es verdad que la pérdida de un beneficio por ejercer la libertad es costosa, pero a cambio también se gana. En el caso de los padres edénicos, su salida del Paraíso hizo comenzar la historia, por ejemplo; pero frente a lo que se pierde se gana sobre todo la dignidad.

El hombre libre es un hombre digno.

En estos tiempos se habla de la libertad con toda soltura, sin reparar en realidad qué significa ser libre. Los gobiernos pseudodemocráticos se ufanan de defender la libertad para sus súbditos pero esto es una gran mentira, pues pregonan un libertinaje que esconde la perversidad de un sistema que esclaviza a sus ciudadanos cada día.

Los esclaviza mediante la ignorancia, mediante el clientelismo infame, mediante la precarización de los bienes y servicios que consume, mediante el halago demagógico a la gran masa. Así se pinta un "Paraíso" democrático donde el gobernante pretende convertirse en la divinidad eterna, precisamente, eternizándose en el poder.

Aquel individuo que hace uso de su libertad para comer del fruto prohibido que es la Verdad, es marginado de ese edén democrático y marcado con tachas como fascista, intolerante, destituyente y otras del estilo.

Ejercitar la verdadera libertad hace humano al individuo, aunque pague los costos que estos efímeros dioses de pies de barro le impongan, pero sobre todo, ser libre lo dignifica y aunque no lo reconozcan, lo pone sobre ellos mismos, devolviéndole ese carácter de "imagen y semejanza", porque el Dios creador es esencialmente libre y justo, y le participó al hombre de esa Libertad, justamente para ver hasta dónde se dignificaba, pues, o vivía entre las mieles o se labraba su historia con su propio esfuerzo.

De eso se trata el ser Libre.-

Ernesto Bisceglia

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